martes, 14 de octubre de 2014

Los hongkoneses mantienen el pulso al gobierno tras los enfrentamientos





El lunes por la mañana a primera hora alguno de los túneles que unen ciertos barrios de las afueras con el centro de la ciudad se congestionaban por los coches de policía que supuestamente venían a retirar barreras y reabrir las calles al tráfico. Así me lo contaban quienes se habían visto envueltos en el atasco y habían llegado tarde a trabajar tarde por este motivo. Y es que desde hace más de dos semanas varias de las principales calles de Hong Kong han sido la casa de miles de manifestantes que se han instalado con tiendas de campaña y colchonetas. Un hogar con puestos de socorro y de suministro de alimentos y otras curiosas dependencias como una "sala de estudio" con sillas y mesas.


A los días en los que varios colegios de la zona y universidades dejaron de tener clase ante la imposibilidad de desplazarse hasta allí y como apoyo al movimiento estudiantil, les siguió una semana más tranquila en la que cada vez eran menos los que allí quedaban y parecía que la gente volvía a su rutina después de que el gobierno les prometiera reunirse con ellos el viernes. Una promesa que se rompió el jueves ante la negativa del ejecutivo y por lo cual el viernes por la tarde los hongkoneses se concentraron en Admiralty para decidir cuáles eran los pasos a seguir. Entre ellos, no moverse de las calles.

Sin embargo, el gobierno de China, Hong Kong al frente, parece que no puede consentir que una ciudad de tal envergadura económica siga paralizada en sus principales arterias. Tampoco las organizaciones de taxistas, minibuses, tiendas y restaurantes y trabajadores de la construcción están dispuestos a ello y, según los rumores que corrían desde la semana pasada, iban a llevar a cabo determinadas acciones si los manifestantes no se movían, ya que económicamente les estaba afectando.




Así, el lunes la policía empezó a retirar las barreras de parte de las zonas ocupadas. Mientras esto sucedía, los estudiantes miraban con tranquilidad porque el principal punto de su acampada permanecía abierto y su intención era la de continuar allí al no sentir la amenaza inminente del desalojo. Pero fue a partir de ayer cuando en la retirada de esas barricadas, reforzadas con cemento y bambú, cobró protagonismo el gas pimienta y se produjeron 45 detenciones y choques violentos con la policía.


Unos enfrentamientos que no han conseguido desalojar por completo a los allí acampados, ya que a estas horas del miércoles tanto Admitralty como otras partes de la ciudad siguen ocupadas por unos ciudadanos que conservan la esperanza de que con estas acciones y sus paraguas no haya más engaños y haya una oportunidad para hablar con los representantes de su ciudad, que según ellos ya no los representan.









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